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Agneta Ekholm |
Y mira, allí, es Venus
inclinada sobre Adonis moribundo. Y esa otra imagen
es Níobe, all tears. Veo a Judith
desvestirse, ensangrentada. Veo, en la lluvia de oro,
a Dánae, sus cabellos dispersos. Amiga, ¿ves
cuando el pintor no ha tenido en sus manos
más que cuerpos cuyos ojos se cierran? Te toco,
los hombros desnudos, reflejos en la penumbra,
¿eras tú el oro que esparcía el dios?
Y no nombres a Ofelia,
te ríes. Tus prendas se abren
el agua negra te penetra, las corrientes
te llevan. Te inclinas sobre él,
el loco príncipe, extendiendo su cabello
que adhiere el sudor de su fiebre, tocas
sus sienes y tus labios. El agua rápida
cubre algunas de sus palabras, dispersa las tuyas,
Oh, traición,
¿te llamas Desdémone?
Willows, willows…
Y él te llama J.G.F.,
eres «su Electra distante»,
escucha atentamente:
la enfermedad y la muerte hacen cenizas
con todo el fuego que por nosotros arde.
(83-84)
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.