El capudo

EL CAPUDO

Tormentas boreales pendiendo de lo alto del verano
soles carnosos que no han conservado la distancia
frutos de un poco de luz extraviada hasta en la sangre,
el ave compartirá el placer en medio del invierno.
Besos, granitos carnosos de sangre amurallada
amargo temor de todos los amantes primerizos,
bajo la bóveda de los brazos y de los fuegos tormentosos,
arded de asombro como hoguera encima de la nieve.
(16)
Rina Lasnier en L’arbre blanc 1966.
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

Mar adentro

Brandan Zych

Mar adentro
Olvidamos el viento de ningún viaje,
el cielo de ninguna bajeza de espejo,
olvidada la larga desnudez de la nieve y de la arena,
la marea inmemorial de cada noche
sin el aluvión de las estrellas pedregosas
esta alma sin la mecha estrecha del cuerpo,
este cuerpo sin el cuadrado inevitable de la sombra.
(15)
Rina Lasnier en L’arbre blanc (1966).
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

Delicadeza

Brandan Zych

DELICADEZA
El que sin abandonar la curva prudente
escucha venir de lejos una hoja de tu pensamiento,
como el golfo escucha al mar golpear su arco abierto
y partir otra vez con el fresco empuje de alta mar;
el que no caza al mar con el viento
y lo deja desbordar sus vastos fondos,
el que te espera en lo más colosal de su delicadeza
te sostendrá mejor que el mar a su sol atragantado…
(14)



Rina Lasnier en L’arbre blanc 1966.
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

El pájaro del alba

Brandan Zych

EL PÁJARO DEL ALBA
Desde el lejano desecho de la noche
el pájaro del alba apunta al día;
la sala de la planicie oye sin eco
el canto desplegar el caballete.
El tordo abre y vuelve a cerrar el hoy
y el árbol le hurta su videncia;
escucha tu futuro el alguna vez del corazón
el canto quebrarte de nuevo desde adentro…
OCASO
Un corazón cesa de vivir su sangre…
el frontón del ocaso lo escalona,
la lámpara releva el rojo aceite,
una vez más la noche atiza el alba…
(163)

Rina Lasnier, de Entendre l’ombre, (1981)
Traducción de Víctor Bermúdez.

Original aquí.

[El árbol es el maestro del ave]

 

Geordie Wood

Los aves sólo se mezclan con la luz…

– Escales

NOTA
El árbol es el maestro del ave; nunca la retiene, y después de haberla nutrido y abrigado, la manda de nuevo al privilegio de la libertad. Migratorios orientados a los astros, los pájaros, a fuerza de desaparecer, parecen renacer siempre en cada regreso a la rama.
La poesía enseña al poeta, sin dictadura; el poema, fenómeno de aislamiento, debe nacer alado de libertad y de espacio, como el ave. Su única liberación es la alegría diseminada.
 
Rina Lasnier, en Les signes.
Traducción de Víctor Bermúdez. 
Original aquí.

El fuego abierto

Brandan Zych

EL FUEGO ABIERTO
Conciencia solitaria del fuego sobre la extensa nada de la nieve
en este largo río de mareas bajas y lunares;
he aquí para la nieve la estación de los ojos sin codicia,
de la desnuda videncia sin desviación de colores
—todo color es soplo y sangre al fuego abandonados—
el fuego libre en el intolerable don de sí mismo
el fuego en la ausencia intolerada de su mirada.
De qué sirve brillar como el cuchillo de la hogaza
o como el lago en el ronzal del hielo azul
cuando la luna es una lámpara sobre el mosaico de los muertos
y la nieve una pureza legal estrechando la luz;
la hibernación vehemente del fuego realumbrará la aurora solar,
y este fuego abierto en la nieve como el fuego del fundidor
esculpirá en el aire la quemadura incorpórea.
Rina Lasnier en L’arbre blanc (1966).
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

Peso de la nieve

Arto Pazat

PESO DE LA NIEVE
Ligero, muy ligero el laberinto de la luz
por la pelusa nómada de la nieve miríada,
llegó esta última jugando a fuego-iluminante
sin el derecho soberano del invierno.
Pero la nieve es sedentaria y tiene un solo dueño,
el viento la arrastra y eleva sus revueltas nubosas
para desanudarlas a lo lejos, despojadas de centro;
el peso acumulado de esa nieve cargada de persistencia,
¿es el quebranto de los mares interiores de la luz
o el de la creación orbitando otra vez el Espíritu,
o bien toda larga pena abandonada sin alivio de canto,
y el viento exhausto no desviará este mar muerto?
Cuando la nieve tome de ella misma el gusto táctil de la rosa,
cuando cambie de estirpe y de sed menos blancas
para perder memoria de muda y de dársena visionaria,
la tierra tendrá sus fuentes sombrías y proveedoras,
y los ojos abiertos de la nieve fusible verán
la zarza ofreciendo su rosa a los manzanos ostentosos.
(12)

Rina Lasnier en L’arbre blanc 1966.
Traducción de Víctor Bermúdez.

Original aquí.

Noche blanca

Arto Pazat


NOCHE BLANCA
Ni día ni noche ese alba apartando el día a medida,
esas islas coposas de noche lunar y más lenta
y esa lentitud brilla de celos del silencio;
nieve de ningún naufragio como un secreto en la única palidez,
como una larga pena en sus hullas blancas
ya que la voz aquí no tiene sombra ni el grito trampa.
Es la noche blanca de los ojos abiertos de la nieve
y el viento no le mostrará nada
salvo este lazo paralelo de su caída centellante
y los matorrales arrancados de las visiones internas.
Que lejana la muerte con sus polos magnéticos,
y el sol con sus fronteras de circulares colores
y que a veces el zorro mezcla en su hocico de tanta hambre.
Lenta tapicería de mallas de estrellas filamentosas,
ligero balanceo de prodigios despegados de la piedra del día;
estaciones del cuerpo y del lugar del amor conjunto inencontrables,
ligera encarnación de la memoria que pasa a sus bálsamos blancos.
(11)

Rina Lasnier en L’arbre blanc 1966.
Traducción de Víctor Bermúdez.

Original aquí.

El árbol blanco

Pavel Kiselev
EL ÁRBOL BLANCO
El árbol se encantado por una nieve siempre sobrevenida,
y el árbol es un soplo inspirado en una máscara de seda
y no la obra de la sombra bajo un acervo de hojas;
por la energía del frío la nieve ha duplicado su pureza
y todo barril blanco es el trípode del sueño.
Moldeado en esa nobleza marginal y descarnada,
el árbol se parece al alma en la victoria de la muerte
y al amor en la estatura de su fábula;
el árbol cobró carne de espectro para crecer
y unirse al lago vertical del azulado horizonte.
Entonces quién revuelve el hidromel de los vientos,
de esas nieves en volutas, de este vino oxidado del invierno
sino el viento impostor de videncia y de atuendo,
y el árbol defraudado es una huida de víboras blancas.
(10)

Rina Lasnier en L’arbre blanc (1966).
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

Oficio del más noble

Eileen Shahbazian

            OFICIO DEL MÁS NOBLE
Nieve, oficio lento del más noble tiempo,
del tiempo de nevar de los ríos levantando los suelos
y la tierra remonta entre sus bordas blancas
para entrar en la primicia del tiempo de la escucha;
palidez de la carne tocando en todas partes los huesos,
palidez de la sangre en ese huracán dulce de la inocencia.
He aquí la tierra con su atuendo inabarcable y reluciente,
he aquí el espíritu del extremo exilio del conocimiento
nieves, desaceleración de palabras en idiomas de sueño,
sin imagen como el mar y sin escritura como los cielos;
acopio de los fuegos primigenios por la gravedad de la nieve
como una exultación en la frescura de la lucidez.
La tierra es un campo de sarracina sin olor,
una real mortandad se sube a las rodillas
–– es estrecha la apuesta de Dios sobre sus muertos ––.
Lenta nieve, lluvia poblada de mariposas muertas
para el reposo de los párpados incubando islas de fuego;
trashumancia de la luz que busca encarnación
como un amor tocando la superficie y la marea de las manos.
Estación silenciante y lo invisible es una caricia,
el poder de las palmas en la caída noble del signo
y Dios brilla finalmente en este oro íntimo al espíritu.
(9)

Rina Lasnier en L’Arbre blanc 1966.
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.