Yves Bonnefoy

Yves Bonnefoy. Tours, 1923.

Bonnefoy encarna una de las modalidades contemporáneas del poeta total. Pensador, crítico, agitador cultural, las ocupaciones metafóricas de Yves Bonnefoy atraviesan la imagen desde todos sus ángulos. Tras un acercamiento juvenil al surrealismo, funda posteriormente la revista La Révolution la Nuit (1946). Destaca su noción de «la presencia del mundo», el aquí y el ahora, la precariedad de lo inmediato y de su desaparición: la apariencia efímera. Es quizás en torno al ícono, el percepto visual, donde Yves Bonnefoy ha tejido la espiral de su escritura, logrando abstraer las entidades percibidas a través de la reflexión del concepto. Concepto y percepto tensan la trinchera de la poesía de Yves Bonnefoy.

Fuertemente intelectual y delicado, este filósofo del verso con indicios de matemático, ha traducido a Shakespeare, a W. B. Yeats, Petratca, Leopardi y Georges Seferi. Yves Bonnefoy es doctor honoris causa por diversas universidades entre las que se cuentan Neuchâtel, Chicago, el Trinity College de Dublin, la Universidad de Edimburgo y la de Oxford. Ha sido profesor en el College de France, y entre los múltiples premios que su obra cuenta están el Gran premio de poesía de la Academia Francesa, el Premio Goncourt de poesía o el Premio de la Bibliothéque Nationale de France. Ha sido enérgicamente traducido, por lo que mi acercamiento a su obra es limitado pero atento.

[Miradme]

Agneta Ekholm
Miradme
dice lo que en ellos asciende desde el fondo del lenguaje,
olvidad que vosotros sois para que yo sea,
haced de mí lo que yo aspiro a ser,
renunciad a vuestro sueño por el mío,
amadme, dadme forma, rostro
con vuestras manos de sombra y luz. El cielo de la tarde
es, quizás, una rosa. Rosa por venir
para vuestros trabajos de horticultores en las nubes,
rosa de árbol, de ríos, de caminos,
de camas desechas, de manos simples, buscando
otras manos, al ciego. Rosa de las palabras
que una dice a la otra, para nada más 
que el estremecimiento de la palma, de los dedos.
El cielo cambia. La rosa sin por qué
sois vosotros, ¡escuchad! Una sola palabra
tiene en su hondura una música,
el fonema es corola, la voz es el ser
que florece incluso en lo que no es.
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[Pero veraz es la pintura de paisaje]

Agneta Ekholm
Pero veraz es la pintura de paisaje,
veraz la flor
de la retama en el desierto
veraz la voz que la ha nombrado
en nuestras palabras exterminadoras, sobre las cuestas tristes.
Y ve, en el camino,
esos dos que allí se alejan.
Se detienen, de pronto
se giran el uno hacia el otro. Se confrontan,
se insultan, ¿se destruirán los unos a los otros, de angustia
de ser la ilusión que saben ser?
Pero no, parecen mirar el cielo de la tarde,
donde aparece un sol niño, con su cabeza inmensa
alta ya sobre el viejo horizonte.
Y es verdad que los árboles que he visto
hacerse incandescente continúan
no muy lejos de ellos, siendo este rayo
venido de no se sabe dónde, que no se borra
más que afinando, desde su último instante,
los granos de un oro sin materia.

(236-237)

Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[Y sin embargo puedo decir]

Agneta Ekholm
III
Y sin embargo puedo decir
la palabra lechuza o la palabra zafra o la palabra cielo
o la palabra esperanza,
y así, al levantar los ojos, veo esos árboles
que besa sobre el camino un sol de tarde.
Es un fuego muy dulce, sus brazos claros
transmutaban el follaje en luz,
y aquí está la pradera, allá las cimas,
y sus manos se juntan, sus cuerpos se buscan
con esta evidencia, silenciosa,
que habría de llamarse belleza.
Miro esos árboles una hora entera,
allí está lo visible, apenas, porque
la visibilidad se hace oro pulido
mientras que sin embargo alrededor la noche cae.
Escucho una palabra, busco ver lo que designa,
y me parece, irreprimiblemente,
que esto se vuelve a colorear, que los ojos
se reabren, sorprendidos,
en el sueño de piedra de la mente.
Las palabras portan más que nosotros,
saben más que nosotros, buscan
al borde de un agua del fondo de nuestro sueño,
negra y rápida, rehusada, 
el vado de una luz?, y ella
¿tiene sentido, en una vía distinta,
desde luego, a la esperanza de ayer todavía?
Escucho una palabra, otra se aproxima,
este dormilón y esta dormilona se despiertan
en un poco de sol, sus manos se tocan,
¿Es tan sólo deseo,
el mismo sueño de cambiar de rostro?
¿El relámpago que aquí perfora en vano el cielo?
(235-236)
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[bajo sus iluminaciones de cielo negro]

 

Agneta Ekholm

 

Grave
bajo sus iluminaciones de cielo negro,
la página en el libro. Queremos levantarla
aunque sea sólo por un ángulo, ver más allá
el espacio de las otras páginas. Pero el fajo
de esas otras forma masa. Parece adherida
por un agua del fin del mundo. ¿Turba
para un último fuego? ¿Tenemos que creer
que el signo que toma al filo de las cosas
como un rayo, y ahí relumbra,
no habría sido más que manos reunidas vanamente
sueños, exaltación de nada más que sueños,
momia decorada para nada, bajo su manto de piedra?
Se hace de noche. En las recámaras
los cuerpos se desnudan. A veces un movimiento
para nada, inacabado,
invade a un durmiente y atormenta su sueño.
¿Voy a tocar ese hombro pálido, ese otro,
pedir que los ojos se abran, se agranden,
que los cuerpos resuciten, como se cree
que una vez sucedió? ¿Gritar,
regresa, Claude, regresa, Enzo, de entre los muertos?
Grito nombres, nadie se despierta.
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[Y mira, allí, es Venus]

Agneta Ekholm

Y mira, allí, es Venus
inclinada sobre Adonis moribundo. Y esa otra imagen
es Níobe, all tears. Veo a Judith
desvestirse, ensangrentada. Veo, en la lluvia de oro,
a Dánae, sus cabellos dispersos. Amiga, ¿ves
cuando el pintor no ha tenido en sus manos
más que cuerpos cuyos ojos se cierran? Te toco,
los hombros desnudos, reflejos en la penumbra,
¿eras tú el oro que esparcía el dios?
Y no nombres a Ofelia,
te ríes. Tus prendas se abren
el agua negra te penetra, las corrientes
te llevan. Te inclinas sobre él,
el loco príncipe, extendiendo su cabello
que adhiere el sudor de su fiebre, tocas
sus sienes y tus labios. El agua rápida
cubre algunas de sus palabras, dispersa las tuyas,
Oh, traición,
¿te llamas Desdémone?
Willows, willows…
Y él te llama J.G.F.,
eres «su Electra distante»,
escucha atentamente:
la enfermedad y la muerte hacen cenizas
con todo el fuego que por nosotros arde.
(83-84)
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[Mira, teólogo]

Agneta Ekholm

Mira, teólogo,
¿no crees que Dios
se ha cansado serlo?
Imaginas
que él, que es infinito, no pueda acabar
consigo
pero sabes que ningún sacrificio, en sus altares,
ni incluso el sacrificio de su hijo,
enciende todavía su deseo. 
Se gira
hacia la que dormía a su lado,
el alma del mundo,
él tocará su brazo, su cadera desnuda,
no la despertará.
Descenderá él
a sus jardines, de terraza en terraza,
deteniéndose, a veces,
como esas bestias
que se paralizan de golpe
por un ruido, una sombra,
no escuchará
el ruido del cielo. Ni tampoco
el grito de desaliento. Ni siquiera
el aullido de la bestia sacrificada,
ni acaso
las notas vacilantes de la flauta
de un pastor bajo la última haya retrasado.
Se evaporaron
el buey y el asno
y ese cordero que es apenas asombro.
Las constelaciones, nos decían,
habrían relumbrado en esta paja.
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

[¡Mira!]

 

Agneta Ekholm
I
¡Mira!
Un relámpago invade el cielo, esta noche otra vez,
toma la tierra en sus manos pero duda,
casi se inmoviliza. Ha pensado
una frase, una firma, no, tambalea
lo vemos caer, iluminando,
en los brazos de uno y otro,
sueño y muerte.
El relámpago, una ilusión,
incluso el relámpago.
Una ilusión, la forma
que se despliega, un sueño
que enlaza la forma, y caerá
con ella, rota,
desprovista de sí, a estos confines,
allá, de nuestra noche aquí,
la hora presente.
Mira, ve.

 

(81)
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez
Original aquí.

San Giorgio Maggiore

Sruli Recht

San Giorgio Maggiore
¿Es posible que detrás de estas fachadas
nobles como la infancia que llegó desnuda
no haya más que un serie de sombrías habitaciones
abriéndose una sobre otra al infinito?
así no obstante la desdicha de lo inteligible,
su sueño toma forma en sus manos,
¡pero cuántos sobresaltos en la luz!
Se agita aquí la arteria de la ausencia.
Y las manos se anudan, eso fue el pórtico,
pero para agitar el hierro de un sacrificio
el cordero muere al servicio de la simetría.
Arquitecto, libera de esta sangre
la esperanza que dicta la forma en la piedra,
la bondad de la luz tiene su precio.
(119)
Yves Bonnefoy de L’Heure présente (2014)
Traducción de Víctor Bermúdez.
Original aquí.

Arte de la poesía

Elena Helfrecht
Arte de la poesía
Dragada fue la mirada más allá de esta noche.
Inmovilizadas y secas las manos.
Reconciliamos la fiebre. Le dijimos al corazón
sé corazón. Había un demonio en sus venas
que se escapa gritando.
Había en la boca una voz taciturna, sangrante
que fue bruñida y devuelta.
Yves Bonnefoy «Le dialogue d’angoisse et de désir» en Pierre écrite (1965)
Traducción de Víctor Bermúdez

Original aquí.

De rerum natura

Fotografía: Fotografía : jonahreenders
De rerum natura
Lucrecio lo sabía:
abre el cofre,
verás, está lleno de nieve
amontonada.
Y a veces dos copos
se encuentran, se unen
o bien uno se gira, graciosamente
en su pequeña muerte.
¿De dónde viene la claridad
de algunas palabras
cuando lo uno no es más que la noche
y lo otro un sueño?
¿De dónde vienen esas dos sombras
que van riendo,
una abrigada
con una lana roja?



Yves Bonnefoy, en «Début et fin de la neige» 1991. 
Traducción de Víctor Bermúdez, original aquí